El síndrome del “burn out”,
también conocido como “síndrome del trabajador quemado”, ha sido reconocido por
la OMS (Organización Mundial de la Salud) la pasada semana como enfermedad
profesional, aunque su entrada en vigor como tal será efectiva en el año 2022.
Antes de este reconocimiento, ya se habían producido dos sentencias, una del Tribunal
Superior de Justicia de Cataluña que
afectaba a una profesora y otra en Las
Palmas de Gran Canaria relativa a una matrona en las que se reconocía que
podía llegar a producir una incapacidad permanente y absoluta para desarrollar cualquier tipo de trabajo.
Pero aunque el nombre es bastante
descriptivo, tal vez te estás preguntando de qué estamos hablando, así que
vamos a ello. Síntomas como la falta de entusiasmo, tristeza elevada,
baja autoestima, indiferencia hacia los demás, pensamientos negativos o una
permanente insatisfacción son manifestaciones habituales. Patologías físicas
más graves como jaquecas frecuentes o incluso el infarto de miocardio forman
del mismo modo parte de ese abanico de manifestaciones. Si estás trabajando y
reconoces como habituales algunos de estos síntomas, acentuados por la crisis y
la nueva revolución tecnológica que nos afecta, es altamente probable que estés
afectado/a por este síndrome. Una encuesta realizada por la OCU entre
trabajadores de 25 a 64 años llegó a la conclusión de que un 27% de los mismos
eran potenciales sufridores del burn out así como que el estrés laboral estaba
detrás de un 49,2% de los trabajadores que acuden a servicios de atención
primaria con altos niveles de ansiedad y psicosomatización. Además, es un
problema considerado como creciente ante la imposibilidad en muchos casos de
“desconectar” producida por las llamadas, whatsapp y correos electrónicos
recibidos y atendidos fuera del horario laboral.
Seguramente también te preguntes
si afecta más a determinadas profesiones y la respuesta es sí. Todos aquellos trabajos que tienen un
contacto directo con otras personas y que conllevan una alta carga emocional es
donde más se “sufre”. Estamos hablando de médicos, enfermeros, profesores
(especialmente en Secundaria) o incluso agentes de los Cuerpos y Fuerzas de
Seguridad del Estado. Cabe decir que no todos los trabajadores se ven afectados
por el burn out, si conseguimos
descansar y dormir mínimamente, desconectar los fines de semana, y durante las
vacaciones todo “irá bien” y estaríamos hablando de manifestaciones de estrés
que todos o casi todos en algún momento padecemos. Ahora bien, cuando las situaciones de estrés son elevadas
y se hacen crónicas sí estaríamos sufriendo el síndrome. Por supuesto, tiene
unos efectos directos a nivel laboral, disminuyen tanto el rendimiento como la
productividad del trabajador, aumentan el absentismo y las bajas laborales, y
se produce además un deterioro de las
condiciones “emocionales” de trabajo que
van igualmente en detrimento del rendimiento del trabajador.
Aunque en nuestro país hace ya 23
años que entró en vigor la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, la mayoría
de las empresas se han centrado en los riesgos físicos, de ahí que se considere que tan sólo un 7% de las
mismas han tratado correctamente los riesgos psicosociales en su entorno
laboral.
Para prevenirlo, y siempre según
los expertos, las empresas deberían implantar medidas que conduzcan a la
satisfacción del trabajador, estamos hablando de facilitar la conciliación
laboral, el teletrabajo, la flexibilidad horaria, eliminar las jornadas
excesivas o dar formación a los trabajadores, a los jefes sobre las gestión de
equipos de trabajo y al trabajador “de a pie” para un mejor desempeño y ayuda de sus tareas
que le ayude a un mejor desempeño de su trabajo y posible promoción en el mismo.
En nuestro país, en este momento,
el burn out está considerado como “accidente de trabajo impropio”, es
decir, es una enfermedad laboral pero
que no está reconocido en el Real Decreto 1299/2006 que regula el cuadro de
enfermedades profesionales en el sistema
de la Seguridad Social. Afortunadamente,
y dejando pleitos y sentencias judiciales al margen, el reconocimiento por la
OMS nos llevará a un reconocimiento explícito de este síndrome en
nuestra legislación el 1 de enero ya citado año 2022.
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