La fagofobia es el miedo irracional a tragar o a atragantarse. Provoca en quienes la padecen situaciones de ansiedad cuando están comiendo o en ocasiones cuando ingieren medicamentos por vía oral. Como suele suceder con la práctica totalidad de las fobias, los casos reales son, según los expertos, bastante superiores a los diagnosticados, motivado principalmente por el temor o la vergüenza social a reconocer que la sufren. Aproximadamente un 6% de la población adulta acude al otorrinolaringólogo manifestando tener problemas para tragar, y de éstas, se calcula según estudios realizados que en torno a un 47% puede padecer esta fobia.
A menudo los fagofóbicos son diagnosticados de forma errónea como personas que padecen trastornos alimenticios. Experimentan dificultades a la hora de comer, que se agudizan cuando han de hacerlo en público, por lo que son reacias a hacerlo de este modo. Las personas que padecen esta fobia tienen unos síntomas muy característicos:
-son propensas a tener bajo peso y desnutrición.
-en casos agudos pueden llegar a experimentar vómitos.
-pueden terminar ingiriendo sólo alimentos líquidos o blandos.
-durante la ingesta de la comida, experimentan síntomas muy claros y característicos de la ansiedad, como son : respiración rápida, sudoración, frecuencia cardiaca elevada, sequedad de boca y nauseas.
Como comentábamos con anterioridad, en ocasiones la fagofobia puede ser confundida con un trastorno alimenticio, en concreto con la anorexia nerviosa. Por lo general el temor viene producido por trauma experimentado si la persona ha vivido algún episodio de asfixia, atragantamiento o vómito cuyo recuerdo puede llegar a producir el temor e incluso convertirse en fobia. En la mayoría de los casos, estos traumas se dan durante la infancia aunque si bien en menor medida se pueden producir en edad adulta. El temor a que ese episodio vivido pueda llegar a repetirse es el origen de la fobia, genera en la persona una sensación de angustia que le produce la sensación de ahogo, la taquicardia y las arcadas, que dan lugar a que los músculos de la faringe comiencen a cerrarse y la sensación de atragantarse se repite. Otro posible origen puede ser la alimentación forzada o intimidación por parte de los padres durante la niñez, la insistencia u obligación para que los niños se alimenten o lo hagan de forma variada, puede contribuir al nacimiento o desarrollo de la fobia.
En cuanto a su tratamiento, como sucede con todas las fobias, se debe acudir a la consulta de un profesional que ayude a identificar y diagnostique correctamente el problema. Se recurre tanto a terapia física, como sobre todo psicológica y medicación. Algunas personas han conseguido con el uso de técnicas de respiración adecuadas reducir los niveles de ansiedad elevados durante la comida, lo que les ha ayudado a solucionar el problema. Pequeños trucos como el uso del agua para ayudar en la ingesta de los alimentos pueden del mismo modo facilitar la alimentación.
En cualquier caso, si te sientes identificado en mayor o menor medida con los síntomas antes descritos, no dudes en acudir a un profesional cualificado que te ayude a superar el problema.